jueves, 4 de marzo de 2010

"CHICHARITO" QUIERE SEGUIR COMO NUEVE

Notimex

La mayor relevancia del encuentro de anoche frente a la selección de Nueva Zelanda se remite a la muestra nítida de que aquello de que los jóvenes serán los que definan la suerte de México en el Mundial de Sudáfrica 2010 va más allá de ser un simple lugar común para convertirse en una palpable realidad.

A segundo plano se fue aquello de que el único partido en Fecha FIFA que sostendrá la selección de México antes de partir a su aventura por Europa y África para el Mundial serviría para ver a todo el arsenal mexicano con sus figuras europeas acopladas. Y es que los jóvenes, los imberbes que ya se hicieron grandes con base en su gran futbol fueron los que se robaron la noche para hacer pensar que la responsabilidad del cuadro verde en la justa mundialista estará sobre hombros tiernos y no en los ya desgastados con el trajín de las canchas por tantos años.

La noche de ayer fue para Javier Hernández, Giovani dos Santos y su hermano Jonathan, Carlos Vela, Efraín Juárez y un puñado más que sembraron la esperanza de que, con trabajo, canalizando bien esta energía con la que cuentan, nuestra selección ya no depende sólo de los veteranos, como Cuauhtémoc Blanco o Rafael Márquez, y que estos, por fin, pueden cumplir con ese papel de ser uno más en el engranaje y no los motores completos.

La selección mexicana mostró dos caras completamente distintas en el Rose Bowl de Pasadena, ante Nueva Zelanda: La primera, es esa que le dejó claro a Javier Aguirre que no bastará con juntar a los jugadores que militan en clubes de Europa con un puñado de los de calidad de la Liga local para afrontar la misión en Sudáfrica 2010.

No, al Vasco Aguirre se le dio una lección de que hay mucho trabajo por delante y que ante la falta de oportunidades para, de nueva cuenta, tener la oportunidad de contar con su plantilla completa, europeos incluidos, tendrá que ajustarse y comprometerse a que en ese mes que tendrá como antesala al Mundial con todos sus jugadores otra vez deberá poner los motores a todo lo que dan para pulir detalles y poder darle forma a esta escuadra, aunque sea la mínima requería para cumplir con un papel digno en la justa veraniega.

El Tricolor tuvo una primera parte muy trabada, muy sufrida y de mucho sudor, primero, porque si bien la selección de Nueva Zelanda no representó jamás un real peligro real hacia la ofensiva, sí mostró una idea clara de que lo quería hacer y para nada fue la caricatura de la semana pasada que resultó Bolivia (5-0).

Y después, porque dentro de los once que saltaron a la cancha hubo quienes desentonaron, como Aldo de Nigris o incluso Cuauhtémoc Blanco, quien sigue dando muestras de que fue una pésima decisión el irse a meter al limbo de la Liga de Ascenso con los Tiburones Rojos del Veracruz, porque lo único que destila el atacante es falta de ritmo, pesadez.

Pero el otro rostro del Tri, el de la segunda mitad, fue el que refrescó el panorama con la inclusión de Chicharito y Vela, con la responsabilidad asumida de Gio para tomar la manija del equipo y ser la llave de acceso a la ofensiva y con unos cambios tácticos acertadísimos por parte de Aguirre y su cuerpo técnico.

En cuatro minutos, del 53 al 57, México definió el partido con goles de Chicharito y Vela, así de fugaz, de vertiginoso y de esperanzador. Fueron 45 minutos de buen futbol, de abrir la cancha al máximo, de toques rápidos y de compromiso por cada rincón de la cancha.

Y es que este es el nuevo Tri, el que genera nuevos sueños, el que regresa al optimismo el que es comandado por estos niños que ya se hicieron grandes y que ya levantaron la mano para asumir la responsabilidad en Sudáfrica y darle un vuelco a la historia.

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